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Diálogo entre los Maestros clásicos y el Arte Moderno y Contemporáneo

El IOMR tiene la firme intención de entrar en el actual debate sobre la relación del Arte Clásico y el Moderno. Para ello consideramos fundamental ante todo “agudizar el ojo” para buscar esas asociaciones e intercambios de ideas y procesos, elementos comunes con el fin de apreciar paralelismos, en unos casos intencionados, en otros puramente fortuitos o subyacentes, una convivencia entre lo clásico y lo actual.

El Arte plástico contiene un lenguaje visual y un vocabulario basado en una serie de elementos comunes a todos las épocas. El espacio, la materia, el volumen, el color, el tono, la textura, la escala, el equilibrio, la luz y el movimiento son elementos comunes a toda obra de Arte y añadiríamos la masa y el sentido de la gravedad como elementos especiales a la Escultura. De la aproximación y particular combinación que cada artista tenga en relación con estos elementos consecuencia, sin duda, de su talento, inspiración y entorno, dependerá el resultado artístico final de la obra, marcándose tendencias en función de cada época, país o movimiento Artístico.
 

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Partiendo de estos elementos comunes al Arte moderno y clásico, aunque con interpretaciones casi diametralmente opuestas, proponemos desgajar de lo aparentemente antagónico sus puntos de encuentro, esos anclajes que los unen, los retienen juntos en un mismo espacio. Así por ejemplo, siguiendo a Picasso, por ser el genio moderno por excelencia, consagrado en vida y por la historia, con mayor capacidad de retroacción al pasado, distinguimos, entre muchas otras, una asociación entre su periodo rosa y la obra de Mathieu Lenain que estriba en una similar utilización en sus composiciones de escalas y masas diferentes para sus personajes, sin necesariamente corresponderse éstas a una realidad natural, sólo para atraer el ánimo del espectador. Los personajes de ambos están como petrificados y expiden un halo de tristeza especial. Otro paralelismo con Picasso, que Zugaza llamaría geométrico, lo encontramos en su relación con la pintura de Ingres, por la importancia que ambos dan a la línea, al filo de los personajes, al borde de las cosas, un elemento, por cierto, muy determinante para valorar la calidad de una obra de Arte por parte de los que nos consideramos “Connoisseurs”. Por no mencionar la mentada relación entre Picasso y Velázquez y su obsesión por el espacio, por la aprehensión del vacío así como por la consistencia y gravidez de las cosas.

Por otro lado, existen también factores socioculturales. y la propia dinámica creativa de los genios que marcan sus hitos y tendencias, distinguiéndose, a mi entender, una forma clásica (en el sentido más amplio del término) basada en gran medida en la técnica y la destreza manual del artista y otra que podríamos llamar moderna que otorga prioridad al concepto y al proceso de creación sin importar tanto el resultado final. Estas dos formas de concebir el Arte no son tampoco exclusivas de una época ni de un territorio, pero, desde luego, son perfectamente identificables. y sólo en contadas ocasiones nos encontramos con artistas que están imbuidos por ambas cualidades en la misma medida, siendo Leonardo, Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt, Vermeer, Picasso y Anselm Kiefer, magníficos ejemplos de esta especial simbiosis.

En este sentido la tendencia moderna en el Arte Occidental evoluciona mediante una progresiva simplificación y reducción de las formas tendente a describir la apariencia visual de las cosas, incidiendo más en la parte conceptual de la obra de arte influida por lo cotidiano y que la conduce, en última instancia, a la eliminación de la forma o a su descomposición, creando un nuevo lenguaje visual, frente a la digamos clásica, mucho más centrada en reflejar el Ser y la Naturaleza del mundo externo. Desde el Renacimiento podemos percibir varias corrientes artísticas modernas contrapuestas al Arte tradicional surgido en Italia y los territorios del Norte de Europa, siendo la Española, por su especial idiosincrasia y apego por el concepto frente a la forma, donde encontramos un mayor paralelismo con el Arte Moderno y actual, donde la simplificación y conceptualismo se convierte en norma.

En la historia del Arte sobresalen genios por su rebeldía con lo tradicional, por su anticipación y su capacidad de ruptura, los cuales, cuando son grandes figuras, crean nuevos moldes que les hace convertirse en sus auténticos hitos. Fideas, por ser el primero que humaniza el Arte, El Greco por su exacerbado expresionismo, Velázquez por su destreza en pintar la apariencia y crear un nuevo concepto de perspectiva aérea donde se nos desvela el vacío, Rembrandt por su misterio y técnica bruta impresionista, Vermeer por reflejar por primera vez un mundo mimético entre el personaje y su entorno con una técnica casi puntillista y un manejo de la luz y de los espacios absolutamente revolucionarios para su época; Goya por ser el primer pintor moderno en toda la extensión de la palabra y Picasso por inventar un nuevo lenguaje y lanzar La Pedrada que hizo añicos el concepto del Arte que se tenía hasta entonces. Todos ellos son genios consagrados, creadores de tendencias y reconocidos como tales en la historia del Arte.
 

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En el Arte de la Post Guerra y el actual, artistas como Pollock, Rothco, Bacon, Kiefer o Zao Wou Ki, por poner ejemplos de artistas consagrados en vida, deben todavía enfrentarse ante la Historia para dilucidar hasta que punto su obra es relevante. En su capacidad para renovar el panorama artístico a la vez que para integrarse y enlazarse con los grandes Maestros dentro de la Historia estará la esencia para fraguarse eternamente como tales. Unos genios artísticos, antiguos y modernos, cuya personalidad creadora, necesidad de expresarse y voluntad de romper moldes para crear otros, no varía en su esencia entre unos y otros. De ahí que sea importante establecer sesgos comunes, paralelismos geométricos como el que, por su volcánica creatividad une a Alonso Berruguete, con El Greco, Goya, Münch, Picasso, y Pollock o el que, por su sugerente melancolía viene señalado en un Giorgione / Tiziano, Van Dyck, Watteau, Turner y un Zao Wou Ki o el del color translucido de un Van Eyck, un El Greco y un Rothko, o la introspección integradora del expectador de un Velázquez, Manet, Picasso o Bacon y la íntima asociación de un Vermeer con un Hopper, ambos cogidos por un silencio casi sepulcral; porque cada uno de ellos responde en un determinado momento a un mismo tipo de sensibilidad artística. De ahí que sea importante analizar la capacidad anticipadora de los Old Masters pero a su vez y al contrario percibir la capacidad de retroacción al pasado de los genios modernos. A nuestro entender, en este ambivalente potencial de invención y retroacción al pasado está la piedra de toque para distinguir la obra Maestra que permanecerá en el Tiempo como tal.

En este sentido, el desafío actual se basa en saber cómo distinguir lo que es único, lo que es sobresaliente, lo que realmente permanecerá como Arte en un mundo que tiene la perniciosa tendencia de pretender doblegar la creatividad del artista, su inspiración, mediante la imposición de tendencias ligadas al consumo, al lujo, al precio, promoviendo marcas, algo mucho más propio a las artes decorativas que al Arte mismo, donde la búsqueda de la belleza, la imperiosa necesidad de expresarse, de romper con el presente y de crear algo realmente nuevo, son las fuerzas principales que lo impulsan y no tanto su compromiso con la sociedad, con el gusto y el deseo de los coleccionistas.

En definitiva, El auténtico Genio anda suelto y siempre anduvo suelto, este aislamiento, este carácter en ciertos casos casi autista del genio está en su esencia, diría yo que casi le protege, le mantiene a salvo de influencias y sin duda por eso, no es de extrañar que se esconda, como se escondía un Vermeer o un Van Gogh, o en otro orden, Rimbau; sí, se esconden para no corromperse, para seguir siendo auténticos. En ocasiones sólo aparece su genio en ciertas obras que, por el juicio de la historia, y por su carácter casi divino, serán consideradas como Maestras. Esta incomprensión que de siempre han sufrido algunos genios en vida puede ser más acuciante aún en  este mundo actual, el cual en un instante todo lo universaliza, lo da a conocer para así influir en él y que nada en principio se le escape; el auténtico Genio es el que, en muchos casos  sin buscarlo, marca la pauta y el ritmo del Arte, el Arte que permanece; es él, el que se opone a lo establecido desde su acerbo artístico y su libertad creativa, para sorprender a todos, para subyugarnos y doblegarnos ante algo realmente grande por su novedad y profundidad. A los críticos de Arte, a los coleccionistas, a los espectadores nos corresponde la, humilde aunque fundamental, tarea de comprender su anticipación, de indagar sus razones, sus sustratos clásicos o contemporáneos, algo que al genio, siguiendo una afirmación de Picasso, bien poco le importa, sino sólo la obsesión por su obra, su impronta, una obra que transcienda a él mismo, a la sociedad y que se imprima en la historia.
 

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El IOMR propone "revenir à nos moutons", volver a los parámetros clásicos de los grandes Maestros intemporales para emitir una opinión sobre las obras y artistas del momento, buscando puntos de encuentro y anclajes con los que consideramos son los ejes de referencia de la historia del Arte, con el fin de contrarrestar la tendencia actual de banalizar el Arte, del todo vale, para elevarlo, no para influir en su proceso creativo que debe ser ante todo libre e intuitivo, sino para emitir un juicio crítico, personal y totalmente parcial, a posteriori, de la Obra Artística Actual con la mirada de los maestros Clásicos. Una opinión más, que propicie, ojalá, el descubrimiento de ese genio que decíamos anda suelto o esas obras que han pasado desapercibidas o que no han sido suficientemente o totalmente valoradas, por estar imbuidas por un lustre del pasado que, aunque respondiendo a los principios generales del Arte, quizás por eso mismo, hoy en día han sido soslayadas.

Para ello, el IOMR cuenta con la inestimable colaboración de Verónica Lasa, ella misma pintora y licenciada en Bellas Artes que aporta al proyecto la savia nueva, en alguna medida el Alter Ego que necesita este proyecto con su mirada basada en lo cotidiano de la actualidad artística del momento, el conocimiento de primera mano del mundo Contemporáneo, un mundo de laberintos, espiritualidad, desasosiego y mucho más, que deslumbra por su variedad, por su carácter calidoscópico, aportando además su visión como creadora y su experiencia artística en el Arte del Nuevo Milenio. CHS