Virgen con el niño Jesús
Juan Bautista Vázquez El Viejo
Madera policromada.
148 x 0 cm (58 ¹/₄ x 0 inches)
Estudios
1. Estudio de Carlos Herrero Starkie
2. De Jesus Maria Parrado del Olmo
3. De Margarita Estella Marcos
4. Libro “Treasures of Spanish Renaissance Sculpture, The origin of the Spanish Manner“
Descripcion
La Virgen con el niño Jesús que nos ocupa, obra de Juan Bautista Vázquez el Viejo, es un magnífico ejemplo del nivel de refinamiento que alcanza el Arte Español a mediados del siglo XV I y muy especialmente del estilo del bajo Renacimiento que aflora en Sevilla a partir de los 50, a raíz de la emigración de artistas toledanos formados en la escuela de abulense y marcados por el genio de Alonso Berruguete.
Juan Bautista Vázquez es el artista más puramente italiano del siglo XVI español cuya obra tiene su origen, no por casualidad, en la corrección técnica de la escuela abulense iniciada por el gran introductor del Renacimiento italiano en España, Vasco de Zarza y seguida por Isidro de Villoldo, el discípulo más aventajado de Alonso Berruguete. Sin embargo aunque conste que Juan Bautista Vázquez nace en Pelayos, provincia de Ávila, circa 1525, se desconocen datos acerca de su formación, no estando la obra suya de este periodo documentada. Sin duda la magnífica réplica de la “pietà” de Miguel Ángel en la capilla de nuestra señora La Blanca en la catedral de Ávila nos da una idea de su arte que, como indica Margarita Estella, en esta obra es superior al de otras copias de Baggio di Biggio y del Montorsoli, aunque esté sólo atribuida en base a las semejanzas con su obra toledana, toda ella imbuida de un italianismo sosegado. Este paréntesis documental, unido a tener obra documentada de una gran solidez técnica ya en 1554 y a ser tratado en esas fechas como un maestro independiente en Toledo, inducen a pensar que en algún momento anterior hubo de viajar a Italia como lo atestigua la referencia encontrada por Margarita Estella en la enciclopedia de artistas de Zani (Parma 1820) que lo menciona como grabador “a bulino” en Parma. Su contrastada capacidad para trabajar el mármol unido a una técnica muy fluida en el dibujo de fuertes tintes florentinos, como muestra su esplendido dibujo preparatorio de la portada del colegio las doncellas y sus reconocidos grabados, corrobora este casi seguro viaje a Italia anterior su estancia en Toledo.
Nos encontramos pues a mitad de los de los 50 con un artista ya maduro técnicamente que está en posición de firmar en 1554 un contrato de colaboración con un reconocido escultor toledano, Nicolás Vergara el viejo. Su primera obra documentada, el retablo de la Concepción de Almonacid de Zorita en 1554 cuya Virgen de la Paz muy en el estilo de Giacopo Sansovino y de la escuela de Parma, muestra mejor que ninguna otra una personalidad artística totalmente formada y cautivada por las formas italianas en todo su esplendor; Un escultor con una solidez intelectual capaz de enfrentarse de igual a igual al particularismo de Alonso Berruguete ,paradójicamente su otra gran influencia, que domina Toledo tras la muerte de Felipe Bigarni y de su hijo, Gregorio Pardo. Testimonio de esta influencia la encontramos ya en 1554 en el grupo escultórico del "Abrazo ante la puerta Dorada" también en el retablo de Almonacid de Zorita, con analogías evidentes con el grupo de la "Visitación" del retablo de Santa Úrsula (1546) de Alonso Berruguete y en su mas que probable colaboración en la ejecución del sepulcro del Cardenal Tavera (1554 - 1561) cuando ya a Berruguete se le hacía difícil trabajar el mármol y en el momento mismo en que este encuentra la muerte en 1561, cuestión apoyada por práctica totalidad de los estudiosos desde que Manuel Gómez Moreno lo mantuviera en su libro " Las águilas del Renacimiento Español", aunque Manuel Arias considera poco razonable esta hipótesis en su libro Alonso Berruguete, El Prometeo de la Escultura *
De esta feliz interacción surgirá una obra totalmente autónoma y excepcional en el ámbito hispánico imbuida de un Manierismo típicamente Parmigianesco que marca el punto inflexión del declive de la influencia Berruguetesca imperante, en favor del triunfo del mas puro canon italiano que, bajo formas decididamente romanistas, empieza ya a anidarse en Castilla con Gaspar Becerra y que no tardará en vislumbrarse en tierras Vasco Navarro Aragonesas con Anchieta, estos sin embargo bajo un prisma mucho más Miguelangelesco. La combinación de una técnica escultórica depurada con unos diseños marcados por la hondura que le confiere su colaboración con Alonso Berruguete, forma a uno de los Maestros con una mayor capacidad para expresar la belleza femenina cuya expresión más sublime encontramos en sus Madonas cargadas de melancolía. Tras su viaje a Sevilla en 1557, Juan Bautista Vázquez continua la ejecución de las esculturas de la Cartuja de las Cuevas inacabadas por la muerte de Isidro de Villoldo (1561) que le convertirán en el patriarca de la escuela sevillana y precedente inmediato del Gran Martínez Montañés.
La obra que nos ocupa cobra un especial interés al representar la síntesis de estas dos influencias. Por un lado, de forma canónica, la dicción del Juan Bautista Vázquez de marcado carácter italiano y por otro una impronta claramente Berruguetesca. Si, la suavidad y simplicidad del diseño de los pliegues del ropaje perfectamente aplomados en su caída, el fino “contraposto” de su posición, el carácter mayestático de la Virgen que se presenta como una matrona romana, su manos gruesas y un tanto toscas, su ancho rostro con nariz recta y escuetos labios, son todas ellas características arquetípicas de J Bautista Vázquez que observamos en otras obras de autografía indubitada, como la Virgen de las Fiebres y los relieves de los retablos de la parroquia de Sta. María de Carmona, 1563 y de San Mateo de Lucena, 1572, ambos documentados, no deja de sorprendernos el fino patetismo que destila la expresión de la Virgen en sutil comunicación con un niño Jesús entregado a ella, con un movimiento tremendamente manierista y una musculatura de monstruosa envergadura y desproporción muy similares a los ángeles del sepulcro del Cardenal Tavera y casi idéntico a un dibujo de Alonso Berruguete , Academia de San Fernando.
Este carácter tan decididamente Berruguetesco no es algo fácil de encontrar de forma tan palmaria en la obra de Juan Bautista Vázquez, sobre todo en sus personajes femeninos, normalmente entregados a un total italianismo que soslaya la expresividad de sus modelos. Por ello, el Prof. J M Parrado sugiere que la obra debió ejecutarse en un periodo cercano a la finalización del sepulcro del Cardenal Tavera, al inicio de su estancia en Sevilla en los años 60, dado que, aun teniendo estos toques plenamente Berruguetescos, responde fidedignamente a la tipología de las Madonnas sevillanas que J. Bautista Vázquez crea.
Margarita Estella, constata analogías entre nuestra escultura con los relieves de la Epifanía y la Anunciación de la Iglesia de Santa Mateo de Lucena (1572) debido a la semejanza en la la fisionomía del rostro de la Virgen, su nariz recta y pequeños labios, sobre todo cuando se contempla de perfil, tal y como se nos muestra en los relieves de Lucena y la caligrafía de los pliegues de los ropajes también sigue un diseño parecido. Sin embargo el halo Berruguetesco en la expresión de la virgen y las todavía mas evidentes correspondencias estilísticas y plásticas con la Virgen del Fascitol de la catedral de Sevilla cuyo pago a Juan Bautista Vázquez está documentado en 1565, le hace coincidir con el Prof. Parrado en una fecha cercana a 1560 como la más probable para su ejecución.
La policromía que acompaña el trabajo escultórico es de una sutil elegancia tanto en sus armoniosos diseños de rameados sujetos a un gran equilibrio compositivo como en la suavidad de los tonos de su colorido un tanto apastelado, muy en línea de lo que se hacía en Sevilla a finales del siglo XVI. Sus estofados y esgrafiados, siendo suntuosos, no buscan captar la atención ni impresionar al espectador, si no propiciar una mejor compresión de la obra escultórica en su conjunto. Sin embargo las carnaciones, muy especialmente las del rostro de la Virgen, realizadas con una exquisita técnica de pulimento, aportan algo esencial a la obra, al ensalzar su belleza y feminidad a la par de conferirle esa expresión entre ensimismada y patética que infunde un halo premonitorio a la escena. FigA359, FigA352 Fig A 200.
Agradecemos los estudios realizados por Jesús María Parrado del Olmo y Margarita Estella que confirman en sendas fichas de catalogación la atribución de esta obra a Juan Bautista Vázquez y su ejecución al inicio de los años 60, tras haber inspeccionado esta pieza en original.
CHS
* Se tiene constancia documental que Juan Bautista Vázquez el viejo fue el tasador nombrado por Alonso Berruguete para valorar su trabajo en el Sepulcro del Cardenal Tavera. Manuel Arias considera que es difícil de mantener que pudiera haber sido juez y parte, por lo que descarta su palpitación en la ejecución del Sepulcro.
Bibliografía
José Hernández Díaz, Imaginería Hispalense del bajo Renacimiento. Sevilla, 1951
Margarita Estella, Juan Bautista Vázquez El Viejo en Castilla y América. Consejo Superior de investigaciones científicas.1990
Jesús M Palomero Páramo, El Retablo Sevillano del Renacimiento. Sevilla, 1983.
